Horas
Veinticuatro, mordiendo mis letras
me persiguen una tras otras
por la mañana me jalan de los pies
a mediodía, me toman las manos
en las tardecitas, algunas se sientan a mi lado
toman café caliente y amargo
a eso del anochecer las restantes
seducen a mis labios de tinto
a plena madrugada las que quedan
me roban los ojos y dejándome desnuda
en el sofá con las pupilas dilatas
nuevamente esas horas del infierno vuelven por mí.